Durante toda la vida el agua ha sido considerada como un elemento más en la tierra, como podía ser al aire. Los ríos, lagos, o cualquier otra fuente, daban de beber a las poblaciones sin ningún coste. Era considerada un don de Dios (o de los dioses).
Los romanos fueron los primeros en acercar el agua a las poblaciones, hacia 144 antes de J.C., con sus redes de acueductos. Existen datos de que durante el imperio de Trajano (98-117 después de J.C.) el agua que se transportaba a Roma era aproximadamente de 1000 litros al día.
Más tarde, tras la caída de Roma, fueron los árabes y los persas los que tomaron el gusto por las fuentes, termas y por los juegos de agua. Y tanto los unos como los otros lo llevaron por Europa en la época barroca.
Sin embargo, fue en el siglo XVIII y sobre todo en el XIX, cuando llega la moda del termalismo y con ello, el redescubrimiento del cuerpo y el culto de la higiene. Marienbad, Vichy, Baden-Baden, Spa y Montecantini florecieron. En Francia la emperatriz Eugenia fue la que promocionó esta moda con su ejemplo.
En Canarias estaba el árbol fuente o árbol santo, que captaba agua de la neblina hasta 1610 y alimentaba así a las poblaciones precolombinas de la isla de Hierro.
Para los Incas, el Lago Titicaca era el centro del mundo. En México azteca, Tláloc era el dios de la lluvia (simbolizado por un sapo o rana), era la divinidad de los campesinos. En el nuevo mundo, hacia 1730, la venida de la lluvia era un fenómeno divino.
En Medio-Oriente el control del agua implicaba su poder, ya que ésta era particularmente rara. Existían civilizaciones basadas en la propiedad y el dominio de la gestión del agua, las civilizaciones egipcia, asiria y del reino de Saba son ejemplos patentes de ello.
Podemos asegurar que el agua es una fuente de salud para todos, es un alimento y un nutriente líquido, ya que contiene sales minerales como el sodio, potasio, flúor, magnesio y calcio, minerales que el cuerpo necesita para poder funcionar bien y recuperarse de su desgaste diario.
El agua es el compuesto más abundante en el organismo humano, forma parte de la sangre, la saliva, el sudor, las lágrimas, las hormonas, las enzimas, los jugos gástricos, la bilis, los intestinos y los músculos. Ésta varia con la edad ya que en un recién nacido representa un 85% de su peso corporal, en los adultos es el 70% y en los ancianos el 60%.
Es indispensable para todas las funciones vitales del organismo, además participa en la formación de los tejidos y ayuda a mantener la temperatura constante del cuerpo.
El cuerpo elimina grandes cantidades de agua diariamente, por ello es muy importante reponerla, ya que no se puede vivir mucho tiempo sin ella y la deshidratación es el primer síntoma que se sufre. Una parte del agua la produce nuestro cuerpo, pero la mayoría se adquiere a través de los alimentos y de los líquidos que ingerimos, como caldos y zumos, pero principalmente del agua que consumimos a diario.
Según la edad que se tenga, la necesidad de ingestión de agua varía, pero existen otros factores, como la salud, la actividad física, la dieta que habitualmente tenemos y el clima en que se vive, que hacen que las cantidades de agua que debemos consumir también varíen.
Según los expertos, se considera que el agua que se ha de consumir es alrededor de 2 litros o de 6 a 8 vasos diarios. Hay que tener en cuenta que el agua ha de ser potable, de no ser así puede causar serias enfermedades ya que es un medio en el que se desarrollan fácilmente mucho microbios.
Ya desde antiguo se sabía el papel tan relevante que tenía el agua en la salud de los habitantes de esa época, ya que se podía morir sin agua antes que sin alimento, . Nuestra existencia no se concibe sin ella, el agua nos ayuda a prevenir las posibles carencias, evita la formación de piedras en el ri?ón, favorece la eliminación de residuos, y los efectos del estre?imiento, tan frecuentes en nuestra sociedad.
De aquí la importancia de hidratarnos, el agua es un asunto clave para nuestro cuerpo. Cuando la pérdida de agua y sales minerales no se compensa a tiempo el rendimiento puede disminuir hasta en un 40%.
Es sobre todo en verano y cuando realizamos prácticas deportivas cuando más aumentan nuestras necesidades de hidratación. Cuando sentimos sed, se ha iniciado la deshidratación. Lo mejor es anticiparnos a ella. El modo más fácil y recomendable de hidratarnos es, por supuesto, la ingesta de líquidos. Existe una gran variedad de bebidas, pero la mejor de todas es el agua. No obstante es bueno conocer mejor que bebidas son las más naturales.
Y ahora os comento otras bebidas que no son tan saludables como por ejemplo:
Quizás la preocupación de las personas por cuidar su salud a hecho que el consumo de agua vaya siendo mayor que el de los refrescos. El incremento del consumo de agua es paralelo a la mejora de la calidad y nivel de vida.
Otro punto importante a tener en cuenta es la obtención del agua a través de los alimentos. En muchas frutas y verduras el agua puede representar más del 90% del peso total, y nos pueden aportar entre 700 y 1.000 mililitros a lo largo del día. Las frutas maduras, las hojas de color verde intenso y las hortalizas son los alimentos que más agua contienen. Pero también nos aportan muchos elementos esenciales para la salud.
Por último decir que una mala hidratación se hace notar también sobre la piel, he aquí unos consejos para mantenerla hidratada:
Hablando de la hidratación de la piel, no debemos olvidar los lípidos o grasas que son de vital importancia, pues forman parte del manto hidrolipídico que la cubre para que nos proteja de las agresiones externas. Por este motivo, los aceites de primera presión en frío de semillas (como el sésamo) nutren en profundidad y otorgan a la piel un aspecto más vital. Sin olvidar el aceite de oliva virgen y todas las grasas líquidas a temperatura ambiente. También es recomendable consumir lípidos poliinsaturados, que son los citados anteriormente, más las semillas de girasol y de calabaza, las cuales contienen una gran cantidad de ácidos grasos esenciales.