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El Tesoro de Alcántara




En 1807, la biblioteca del monasterio benedictino de Alcántara fué saqueada por los soldados de Napoleón al mando del general Junot, y los preciosos manuscritos que allí se conservaban se utilizaron en la preparación de cartuchos.

Entre tales manuscritos se encontró un recetario de cocina donde los frailes fueron escribiendo las recetas de los guisos que aprendian en la comarca o que inventaban ellos. Fué a parar este recetario a manos del general, quien lo envió a su esposa Laura, que aún no ostentaba el título de duquesa de Abrantes que conquistara su marido en aquella batalla.

Divulgó ella este recetario en Paris y recogió en sus Memorias alguna parte. "Fué el mejor trofeo, la única cosa ventajosa que logró Francia de aquella guerra", dice el maestro Escoffier. Su importancia no estribaba sólo en lo original, lo ingenioso, lo acertado, lo gustoso de sus guisos, sus preparados, sus fritos, sus asados y su dulceria, sino en que revelaba a Francia el progreso y la riqueza de la cocina espa?ola, que se desconocia.

Allí estaba con el nombre de "consumado" o "consumo" el consomm?, uno de los fundamentos de la cocina francesa. Allí, además, el modo especial de preparar aves, la prueba de que la trufa se conocía y utilizaba en Extremadura de tantos siglos atrás como en el Languedoc y en Gascu?a, y de que los monjes benedictinos sabian dar al hígado de pato la revalorización prodigiosa de que Francia se creia inventora y en aquel tiempo única productora.

De este recetario también procede un guiso de bacalao que, sin enbargo, no ha conservado el nombre de Alcántara. Se trata de trozos de bacalao frito colocados sobre un lecho de patatas también fritas y cubierto de un manto de espinacas, cocidas y salteadas de antemano, estfándose luego todo... Deliciosa mortificación para un dia de vigilia.





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